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sábado, 7 de abril de 2018

Kaposvár. Y Visegrád. Y Budapest, Esztergom... Bueno. Hungría


Bueno, pues ya de vuelta en Kaposvár:

He tenido semanitas bastante completitas, ya casi ni me acuerdo de cómo fueron las semanas antes del training. Bueno, la verdad es que no me acuerdo en absoluto.

Sé que estuvimos haciendo algo de senderismo en el norte del Deseda. Sé que también me lo pasé muy bien en mis clases de salsa. De hecho, estuve rumiando la idea de abandonar, porque me había saltado tres clases seguidas y después de una fiesta un sábado me di cuenta de que estaba con auténtico pánico escénico; pero oye, decidí que aquí se aprende a base de superar miedos, así que me planté en la sala, y oh maravilla, salió bien. En cualquier caso, he estado contando los días y creo que me voy a volver a pasar al grupo de principiantes, porque no voy a tener ocasión de fijar nuevos pasos. Hay que ser humildes y creo que con lo aprendido, me basto.

Inspección in situ de las condiciones de seguridad y cinemática del tobogán, aka "resbalaera"

Y visita técnica a la pasarela peatonal del Deseda. Que tablero más raro, chiquillo. Y con pandeo lateral incluido.

Daria y yo, espantando miedos.

Respecto al training que tuvimos en Visegrád, lo cierto es que lo disfruté mucho, bastante más que el primero. Será que ya nos conocemos todos, que Visegrád es un pueblecito con encanto y un castillo en el que nos recibieron con tambores, torneo y vino caliente, o que el tema de este segundo training me gustó más. Pero lo cierto es que fueron cuatro días fantásticos que se pasaron volando.

Por aquello de que estábamos en la capital húngara del Renacimiento, pues nada, a hacer un poquito de recreación. Los chicos estaban por hacer La Última Cena (algo corta de plantilla). Yo, que soy espíritu de la contradicción y pedante en mis ratos libres, preferí hacer de Platón en La Escuela de Atenas. No, no estoy bailando sevillanas.

Matteo y yo, buscando a los que decían que estaba bailando sevillanas

Después del training estuve haciendo algo de turismo por algunos pueblecitos del norte del país, como Hollókö y Esztergom, con Ronja.

Esztergom

Hollókö

Ronja y yo, junto al castillo de Hollókö

My little piggie. Recuerdo que compré en Hollókö

Yo, con un café y duda existencial: "To pig or not to pig. That is the question"

Y después del viaje con Ronja, aprovechando que venían Pilar y José a Budapest, estuve haciendo algo de turismo por la capital. En los siete meses que llevo aquí, creo que es la primera vez que voy en plan turista totalmente por la ciudad. Y de hecho no del todo.

Vamos chicos, sonreíd, que estamos en Budapest

Y en Szentendre también se sonríe (que se lo digan a José)

 
Ya no sé cómo posar, ¿tal vez así?

¿O mejor así?

¿Qué haga de gárgola? Sí, señor oscuro. Por supuesto, señor oscuro. Argh

¿Cómo? ¿kürtős kalács con helado? Foto foodie aquí, jefe



Más comida, que es la guerra



Vaaaale, Oliver, tú también, pesado


Lo gracioso de la estancia fue que me estaba quedando en casa de Marinella (Mary), una amiga de los trainings que hace su voluntariado en Budapest. Una de las mañanas, cuando Mary se había ido ya a trabajar, escucho voces en la cocina. Yo, tan tranquilo, pensando que es Marinella que ha vuelto y que está hablando con Jessica (otra amiga común del training que también se estaba quedando en el piso de Mary esos días), pues me da por poner música mientras me cambio de ropa.

Y llaman a la puerta.

-¡Adelante!- Yo sin camiseta y con toda naturalidad.

Y nadie entra.

“Qué pudorosas las chicas hoy” Pienso. Me termino de vestir y abro la puerta del dormitorio.

Y me encuentro a medio metro a una señora de 50 años y detrás a otro caballero de la misma edad, ambos con el uniforme de La Orden de la Cruz de Malta, la organización en la que Mary hace el voluntariado.

-¿Tú quién eres?- Me pregunta.

“Justo iba a preguntarle lo mismo” se me pasa por la parte frontal de la cabeza mientras desde el fondo de mi subconsciente resuena la canción esa de Melendi de Curiosa, la cara de tu padre.

-Un amigo de Marinella- Acierto a responder, con la mejor de mis sonrisas.
-Ajá- Se ríe (y por dentro se cagaba tos’ mis muertos )-. ¿Y está fulana (la compañera de piso) en la otra habitación?
-Creo que no- Contesto-. Me dijo Marinella que estaba de vacaciones.
-¿Entonces quién se está duchando?
-…- Cara de póker-. No sé. ¿Otra amiga de Marinella?- Tampoco era plan de decirla a la buena señora toda la plantilla de visitas que Mary tenía en los últimos días.
-Creo que voy a llamar a Marinella.
-…!- Cara de farol de póker. Silencio incómodo – Por supuesto, ¿puedo ayudarle en algo más? - De nuevo con sonrisa de galán.
- No, gracias- De nuevo con sonrisa “curiosa”.

Y cierro la puerta en sus narices. Me acerco a la ventana, calculo la altura (es un segundo piso). “Bah, no merece la pena”, pienso. Opto por empaquetar mis cosas, no sea que me toque desalojo en caliente, y escribo a Mary para informar de la situación. Después pego la oreja a la puerta y espero.

Al final oigo que se van. Todo quedó en anécdota, aunque yo ya me vía corriendo por Buda descamisado y con el petate al hombro, con seis garrulos de la Orden de la Cruz de Malta corriendo detrás de mí. Pensamiento absurdo, por otra parte, dado que ya estaba totalmente vestido.

En cualquier caso, en cuanto escuché que se iban salí yo también, no fuera a ser que me pasase de torero y por esperar a porta gayola acabase corneado.

A parte de eso, la visita a la capital húngara transcurrió con normalidad. Perdí un guante en la basílica (que se lo quede la mano incorrupta de San Estebán, que le entra frío), visité a algún amigo, Matteo me volvió a liar para otro chute de palinka… Lo normal, vaya.

Y ya de vuelta en Kaposvár, en la burbujita Compass. Han pasado siete meses y quedan tres, el tiempo vuela. Aunque ahora que tenemos aquí la primavera, va a volar todavía más rápido. Cuando cae la noche y salgo a correr al parque, ya me huele a verano, igual que cuando iba terminando los exámenes de junio en mi bienamada ETSI.

Que poquito queda ya…

Creo que voy a ir cerrando el post por hoy, que me dicen que eso del scroll infinito, que no es del todo infinito, que no es del mismo Bilbao. El próximo post, ... quien sabe. Lo mismo lo mando desde Croacia ;) Hay unos cuantos planes en el aire. Os voy dejando una foto del siguiente episodio, para ir abriendo boca.

¿Y no es verdad, ángel de amor,...


El pasado Domingo de Resurrección terminé ya mi Cuaresma “semivegetariana”. Y digo “semi” porque entre errores al pedir en restaurantes y por las veces que me invitaron a comer en casa de alguien y no quise rechazar un plato, me he saltado lo de vegetariano diez veces exactamente.

Pero bueno, con un platito de pechuga de pato al horno con plátano frito que estaba de toma pan y moja creo que he espantado los miedos de mis padres de convertirme en un “comehojas”. Al menos de momento.

El caso es que después de haber conocido a Yasmine el año pasado, quedé muy impresionado cuando estuve con ella en el Iftar (ruptura del ayuno durante el Ramadán. Corrígeme si me equivoco, Yasmine, que sé que lees estás líneas), y sentí que quería hacer algo parecido. Al final, decidí extender nuestra tradición de no comer carne los viernes de la Cuaresma, y hacer ayuno vegetariano.

Ha sido una experiencia bastante bonita, pese a las veces que me la he saltado, y me ha servido para descubrir nuevos ingredientes, recetas, y extraer algunas conclusiones:

11º   Ser vegetariano es difícil de compaginar con la vida social de personas que no lo son.

22º  Ser vegetariano no está al alcance de cualquiera. Y no sólo por cuestiones económicas, sino también por imaginación, convicción y perseverancia. Vegetariano es quien puede, no quien quiere (que querer es poder, de acuerdo, pero hay una capa de dificultad que hay que superar). Y supongo que eso se puede extender a ser respetuoso con el medio ambiente, emprendedor, y en general, a dar pasos hacia sistemas fuera de lo estándar.

33º  Personas que no entienden tus decisiones vitales y sus motivos tenderán a juzgarte y criticarte por el simple hecho de ser diferente, aunque los resultados de tus decisiones se queden en ti.

44º   Con una sonrisa y palabras sencillas y honestas, las personas del punto anterior serán menos.

Así que para el año que viene creo que repito, y espero hacerlo mejor. En cualquier caso, en mi orgullo queda ese momento del training en que había asado de jabalí (mi plato favorito) en el buffet y tuve el siguiente coloquio con él:

-Cómeme, estoy rico.
-No puedo, lo siento, estoy en una dieta vegetariana.
-Antes no eras así.
-La gente cambia con el tiempo.
-Pero vamos, nadie se va a enterar. Nadie está mirando.
-Pero no puedo.
-Pero, ¿por qué? ¿Tan importante es para ti?
-Lo siento, no puede ser.
-Oh, vamos. La salsita nada más. Ni siquiera cuenta como carne.
-… Bueno, ¿pero la salsita nada más?
- Nada más
- ¿Y después dejarás de preguntarme?
-… Prometido
- De acuerdo. Entonces vale.

Y allí se quedó el jabalí, mirándome con ojitos de puerco degollado, mientras yo me servía, impertérrito e impasible, la salsa, marrón, oscura y especiada, con un algo de nuez y regusto a clavo, sobre el arroz.

(Que sí, que ya cierro el post, porras, déjeme escribir al men...

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